Al igual que sucedía con el mítico 14 del Real Madrid, la presente edición del Mobile World Congress puede resumirse en eso: una promesa de tecnologías, como el 5G, llamadas a despuntar pero que, por ahora, solo ofrecen un potencial y una atención que empuja a empresas e instituciones a llevar a cabo experimentos que generen titulares con la siguiente fórmula: "(Nombre de una empresa) hace la primera (acción deseada) con 5G".
El potencial de Guti formaba parte de una retórica que también servía para cubrir sus ausencias, que en esta edición del Mobile han sido notables tanto en la propia feria como en todo lo que le rodea. Han faltado los coches de Uber y Cabify (dentro y fuera) contribuyendo a tiempos de espera de 40 minutos en los taxis.
Tampoco han aparecido en escena los independentistas -que salvo por la tímida presencia a las puertas de la feria de unos jóvenes repartiendo (sin mucho éxito) pasquines amarillos en inglés atribuidos de pseudorganismo internacional creado adHoc para el jucio del Procés- permanecían sentados ante una pantalla gigante en el centro de Barcelona aplaudiendo las respuestas de Jordi Cuixart como si de zascas tuiteros a la fiscalía se tratase. Ni se han dejado ver por el grandes anuncios de empresas como Apple, Samsung, Facebook o Google o personalidades extranjeras de alto nivel capaces de generar una foto icónica más allá de la instantánea que capturó el rictus de Felipe VI mientras miraba a Quim Torra durante la cena inaugural.
También conocido por su afición al vicio, la presente edición del Mobile arroja también la imagen de una joven extranjera con tacones imposibles entrando a un hotel junto a un hombre que le dobla la edad y la cuadruplica en masa. Y es que, según medios locales, la demanda de prostitución se dispara durante la semana un 30% y los negocios relacionados con el sexo, como la Sala Bagdag, llegan a ofrecer seis pases cada noche con un precio de 90 euros más copa.
Sin embargo, Guti también era conocido por las genialidades y destellos de calidad, por aquellos taconazos que regalaron goles Zidane y Benzemá, que invitaban a los espectadores a soñar, como hoy nos hacen soñar con el futuro los móviles de varias pantallas, la nitidez de sus cámaras de fotos y el futuro de la tecnología en general.
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